Esta Semana Santa nos hemos tomado tres días de descanso y hemos vuelto a viajar con nuestros hijos. Por fin la relajación. Hacía mucho tiempo que no subíamos los cuatro juntos a un avión. Y como siempre, el ambiente fue mágico. Fuimos a España, a una de las hermosas islas de España, Mallorca. Fue una sorpresa para mí. Nos encontramos inmersos en una naturaleza exuberante y variada, de gran belleza . El mar, es hermoso, con colores increíbles. Y la luz en esta isla es algo que no se puede describir. Paisajes verdes hasta donde alcanza la vista, ciudades bien cuidadas y , sobre todo, gente maravillosa y cálida con la que entenderse es un juego de niños. Empiezas en inglés y acabas hablando en italiano y español, entendiéndote muy bien y charlando durante horas. La gente de Mallorca permanecerá en mi corazón. Gente que ama su isla, la respeta, te acoge y te hace sentir como en casa. Mallorca permanecerá en mi corazón para siempre y espero volver pronto. Ya sabéis que no me gusta hablar mucho de mí mismo (perdón por el juego de palabras), pero una vez más he decidido aprovechar este blog contándoos estas mini vacaciones para compartir algunas reflexiones con vosotros. Ni siquiera sé por dónde empezar. Todos somos buenos con las palabras. Todos preocupados por el cambio climático. Todos se molestan por cuestiones de plástico. Todos en el lado correcto de este cambio, de las condiciones en las que vivimos y todos dispuestos a decir que estamos "listos" para cambiar las cosas. Todavía no he encontrado a nadie que me diga que estamos haciendo mal este negocio. Por el contrario, todo el mundo nos felicita y nos dice que hay que apoyar iniciativas como ésta. Pero luego vas por ahí y te das cuenta de que esa sensibilidad de palabra no se traduce en hechos. Y lo que se dice es que tal vez se respetan las normas en casa, pero luego cuando se está en otro país se olvidan, tal vez eso sea un poco cierto. Fuimos a visitar uno de los lugares más evocadores de esta isla, que está muy bien mantenido por los lugareños . Un panorama increíble, te sientes como si estuvieras en el fin del mundo. Como otros turistas se detuvieron. La carretera discurre junto a una reserva natural. Intacto... si no fuera por nosotros, los turistas. Demasiados, demasiado interesados en el selfie del momento y poco en respetar nuestro entorno. Esta reserva es el hogar de muchos animales. Entre ellas hay muchas cabras salvajes que cruzan la carretera para ir de una parte a otra de la reserva. Un niño fue bloqueado por los turistas en el lado opuesto de la carretera. Balaba para ser escuchado por su madre. Es una pena que su balido atrajera la atención de los turistas que, para hacerse un selfie con él, le bloquearon el paso, lo asustaron y lo obligaron a huir hacia el otro lado, que es empinado y peligroso. ¿Para un selfie? Sí, por un selfie podemos pasar por encima de todo respeto a la naturaleza. Y siempre en el mismo lugar, encantado por sí mismo, pero devastado por nosotros los turistas, nos asomamos para ver la vista. ¿Y qué vista vemos? Esto: Botellas de plástico arrojadas a la naturaleza, como si fuera un cubo de basura. Sin embargo, todos sabemos que el plástico tarda años, siglos, en desaparecer. Que el plástico no gestionado contamina. Ese estúpido plástico es la forma más grave de contaminación de nuestro tiempo. Además, todos sabemos que el plástico desechado correctamente puede reciclarse, dándole una nueva vida. Evitar el uso de nuevas fuentes para su producción. Todos sabemos que el plástico es un material muy valioso porque sus aplicaciones nos salvan la vida (piense en cascos de moto y bicicleta, equipos médicos,...) y nos hacen la vida más fácil y agradable (piense en equipos deportivos, muebles,...). El plástico es un material precioso, es su uso estúpido el que está causando el daño, y más aún nuestra incapacidad para reducirlo cuando no es necesario. Entender que hay alternativas al plástico inútil que todos podemos buscar y adoptar. Y debemos entender que la eliminación adecuada es esencial. Siento desahogarme, pero el cambio empieza por todos y cada uno de nosotros. Me sentí culpable por esas botellas aunque no las tiré. Me sentí culpable porque todos tenemos la culpa. Porque tengo que presionar más por el cambio. Tengo que hacer más, tengo que formar parte de este mecanismo virtuoso que nos ayudará a cambiar. Tenemos que cambiar. Si muchos de nosotros cambian, entonces todos cambiamos. Tenemos que hacer entender a la gente que ya no está de moda comportarse así, tenemos que usar nuestra voz para ayudar al cambio. Tenemos que actuar cada día para mostrar el cambio. Son los pequeños gestos cotidianos los que hacen las grandes revoluciones.